viernes, 22 de marzo de 2013

El visitante





















El visitante

(Dedicado: Así es como pienso en ti, G.)

Estábamos hablando en medio de la sala.... el perfume de tus cabellos llegó hasta mi, envolviéndome suavemente. Algo cambió de repente en mi interior. Fue sólo un momento fugaz, pero de alguna manera lo sentí definitivo.

Mis dedos se acercaron y rozaron la piel de tu antebrazo mientras hablabas. Bastó ese gesto para que un silencio nos envolviera de repente. La brisa del aire que llegaba desde la ventana hacía batir suavemente las cortinas rosadas. Me mirabas a los ojos con aire de interrogación, pero ya sabías lo que estaba sucediendo. Tomé tu mano derecha con la mía y mientras me acercaba hacia ti, llevé tu mano dejándola sobe mi cadera mientras te susurraba, apenas audible que me gustaba sentir tu contacto sobre mi cuerpo.

Alguien podía sorprendernos, pero en esos momentos no podía pensar con claridad. Me dejaba llevar por el impulso. Por esa fatal atracción que tienes sobre mi.

Mientras mis manos se deslizaban rodeando tus caderas, podía sentir las suaves curvas de tu cuerpo, el suave nacimiento de tu espalda. Te estreché contra mi cuerpo. Pude sentir tu vientre contra mi polla erguida y una sensación de estremecimiento sensual me recorrió al sentir tu cuerpo contra el mío.

Mis dedos se deslizaron por el borde de tu blusa, siguiendo la linea de la falda y, en un movimiento suave, mis manos ascendieron por tu espalda, reconociendo los pliegues de tu cuerpo en una caricia intensa y estremecedora.

Tus ojos se fijaron en los míos mientras entreabrías los labios lentamente. Pude sentir tu aliento penetrando en mis pulmones y después de un momento ensoñador, nos besamos con un pequeño roce de labios.

Podía sentir el ritmo de tu respirar contra mi cuerpo. Tus pechos se apretaban contra el mío con cada inspiración. Podía sentir tus pezones erectos cuando tus brazos me presionaban contra tu cuerpo.

Abrimos los labios por un momento y mordí los tuyos con los míos. Después de eso, sólo pude sentir un escalofrío que me recorrió el cuerpo. Nos fundimos en un beso cálido y ansioso. Pude sentir unos gemidos, pero sin saber si eran tuyos o míos. La respiración fuerte mientras nuestras lenguas se entretejían rompía el silencio de la habitación.

Yo no estaba muy seguro allí, en donde todo estaba sucediendo. Pero con decisión caminaste hasta la puerta y en movimiento rápido y casi furtivo, pusiste el cerrojo silenciosamente. Tus mejillas estaban rosadas mientras me mirabas intensamente.

Ambos sabíamos que cualquier cosa podía suceder en esos momentos. Pero la excitación del momento, del lugar. El peligro de ser descubiertos, habían convertido esos instantes en un doble juego de excitación y placer.

Ambos sabíamos lo que necesitábamos del otro y podíamos sentir casi una necesidad física de amarnos, un deseo visceral de poseernos en ese preciso instante. Me senté en una silla cercana a tu escritorio y mientras me quitaba los pantalones viniste a mí, mientras levantabas tu falda y liberabas tu sexo de las bragas.

Sentaste tu culo sobre mi sexo excitado y una ola de estremecimientos me recorrieron para explotar en mi cabeza, emborrachándome de sensaciones. Tu perfume, el suave olor de tu sexo y la cálida sensación de tu piel desnuda sobre la mía, hirieron mis sentidos explotando en mi polla, que parecía lista para eyacular.

Mientras movías tu cuerpo desnudo contra el mío, tus manos abrieron mi camisa, desabrochándola mientras tus manos recorrían los pliegues de mi torso desnudo.

Algo susurraste quedamente mientras tus manos levantaban mi rostro con dulzura. Abriste la boca por completo y sentí tu lengua entera dentro de la mía. El dulce y cálido sabor de tu saliva me invadía. Nuestros gemidos se mezclaron al ritmo de nuestras respiraciones.

Podía sentir como tus fluidos me mojaban la piel desnuda mientras mi pene parecía explotar.

Mi polla hinchada y cabezona se estimulaba más y más con el contacto de tu piel desnuda.
Subiste un poco las caderas y con tu mano guiaste mi glande hasta tu vagina. Ambos estábamos muy excitados. Te penetré sin miramientos clavando toda la longitud del miembro en tu interior. Tu vagina se resistía al avance de la cabeza, pero estabas tan lubricada que de un solo movimiento llegué al fondo de tu húmedo interior.

Un pequeño gemido, mezcla de dolor y de placer, escapó de tus labios mientras sentías cómo mi gigantesca cabeza se abría paso en tu interior.

Los movimientos de vaivén me permitían sentir tu cuello uterino en la profundidad de cada embestida. Llevaste la cabeza hacia atrás mientras gemías y un hilo de saliva se deslizó desde tu boca hacia mi pecho. Tus manos me sostenían por detrás del cuello y el dolor de las uñas de tus dedos que se insertaban en mi carne, se mezclaron sensualmente con tus caricias, cuando el estremecimiento arqueaba tu cuerpo apretándote contra el mío.

Ambos intentábamos hacer el menor ruido posible. Mis manos se deslizaban por tu espalda y seguían las lineas de tu cuerpo, buscando acariciar las caderas desnudas, explorándote para grabar en mi mente cada uno de sus detalles.

Tu abdomen presionaba contra el mío y la suavidad cálida de tu piel me envolvía en una caricia lenta que se mezclaba con las sensaciones del momento. Después de algunos movimientos, susurraste que acabara por completo.

Haciendo un último esfuerzo, deslicé mis manos por los costados de tu cuerpo, contraje mis músculos perineales para lograr que el glande se expandiera por completo y con un par de embestidas, terminé dentro de tí con tres eyaculaciones. Nos besamos una última vez en esa tarde para vestirnos silenciosamente.

La brisa nocturna había empezado a refrescar el sudor de nuestros cuerpos.

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