lunes, 4 de febrero de 2013

La cena


















La cena

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Nos habíamos reunido con nuestras parejas, en una noche libre de niños y adolescentes, entre los compañeros de póker.

Nuestro grupo es bastante heterogéneo. Inicialmente (como suele suceder en casi todos los casos que conozco) el grupo inicial estaba formado por nuestras novias de la universidad y del colegio. Con el tiempo, los hombres nos fuimos haciendo amigos también y conformamos un grupo heterogéneo.

Como somos algo gamberros, solemos juntarnos a tomar algunos tragos, ver fútbol y por supuesto, jugar póker con una buena dosis de tabaco y cerveza. Allí disfrutamos sin fastidiar demasiado a nuestras esposas.

La noche iba tranquila, como pasa cuando llevamos a nuestras mujeres. Para ellas es incómodo cuando alborotamos el ambiente o hablamos demasiado alto. En fin... era una noche tranquila.

Habíamos terminado de cenar y ahora disfrutábamos de una charla de sobremesa. Como la conversación había derivado lentamente a temas cada vez más candentes, en cierta medida todos estábamos algo cachondos. Para atormentar algo a nuestras chicas, los hombres hablábamos de algunas películas eróticas que habíamos visto y gesticulábamos en broma para hacerlas avergonzar un poco.

Todos reíamos de buena gana con los comentarios y ahora las damas se habían animado a intervenir en las conversaciones y comentarios de escenas subidas de tono.

Cuando nos estábamos calmando un poco, comenté al grupo que seguramente esta noche los hombres tomaríamos la iniciativa, a lo que todos de un modo u otro contestaron con risas cómplices.

Mis ojos se cruzaron con Elena, esposa de Marcos. Estaba riendo cuando le observé, pero noté que su mirar era algo extraño o mejor dicho, me veía de un modo inclasificable para mí. Su expresión mostraba algo de picardía, claro está, pero su mentón había descendido y mientras su pareja hablaba con su vecino de la derecha, ella me observaba directamente a los ojos con una sonrisa insinuante. Su pie se deslizó por debajo de la mesa acariciando mi pantorrilla. Algo de extrañeza debía de reflejar mi rostro porque cuando le miré terminó con un guiño y una carcajada.

Lo tomé como una broma del momento, sin pensar demasiado en ello. Al rato, Elena se dirigió al tocador y sin que ninguno del grupo lo advirtiera, me guiñó rápidamente un ojo. Después de un par de minutos, recibí un mensaje de texto de Elena que decía simplemente:

- "¿Que te gustaría de postre? jajaja..."

Siguiendo el tono de broma, respondí:

- "Algo dulce y sabroso para mi lengua...¿que podría ser?"

En ningún momento pensé que respondería de este modo

- "¿Esto te parece apetecible?" Una foto de su entrepierna en la que se veían unas bragas negras con encaje bordado y sus muslos muy juntos.

Casi me atraganto con la bebida que estaba tomando. Me apresuré a esconder el mensaje a mi mujer ante su pregunta de quién me estaba conectando. Rápidamente respondí que era un cliente y excusándome por unos minutos, le respondí que iría a hacer una llamada.

Fui al baño y me encerré en una cabina en busca de algo de privacidad. No quería hacer absolutamente nada, simplemente quería algo de privacidad y estar lejos de miradas indiscretas. Respondí rápidamente:

-"Huau... ese postre sí que lo comería todas las noches" Agregué una carita guiñando un ojo ;-)

Elena siguió respondiendo:

-"Pues aprovecha, cariño, porque últimamente no está en uso"

Yo sabía indirectamente que su pareja estaba atravesando por momentos sexuales "difíciles" por sus comentarios cuando nos reuníamos los hombres para jugar póker. Marcos, solía comentar en tono de broma sobre la falta de erección de los hombres de su edad, por lo que la sensación entre nosotros era que de verdad tenía problemas desde hace tiempo. Como hacemos generalmente los hombres, no lo habíamos confirmado. Tú sabes bien cómo somos los hombres. No preguntamos ni opinamos a menos que se nos pida.

Elena nunca me ha sido ambigua. Es una tía atractiva y si estaba dispuesta a divertirse un poco, yo no perdería el tiempo pensando demasiado. Si ella sufría por no tener sexo, en esa época yo sufría por tenerlo sólo en contadas ocasiones por imposición de mi mujer. Más bien cansado de rogar por atención sexual, no dejaría pasar la ocasión que se me presentaba.

En el baño del restaurant y sin ningún asomo de remordimiento, me bajé los pantalones y con el celular me saqué una foto con el pene erecto, insinuándose a través de la tela de un bóxer negro. Se la envié diciendo.

- "Para que veas el efecto que provocas en los tíos"

Respondió:

- "Gracias, guapo. Ahora me vuelvo a la mesa, porque me he ausentado demasiado" Con el mensaje llegó una foto de Elena sentada en el baño. Sonreía a la cámara y se veían sus piernas desnudas, con los muslos apretados ocultando su sexo. Una pequeña mata de pelo recortado se insinuaba en el monte de venus.

Atesoré esa foto como el regalo más preciado (aún la tengo, ¿sabes?). La conversación no daba espacio a seguir. Su respuesta me llevó a volver también a la mesa y ver cómo fluía la cosa.

Llegamos casi al mismo tiempo.

Elena estaba sentada justo frente a mí. No pasó mucho tiempo cuando sentí nuevamente sus pies desnudos acariciarme la pierna, mientras se deslizaban por debajo del pantalón. Sólo podíamos intercambiar algunas miradas y algunas sonrisas, pero la situación era demasiado arriesgada para algo más.

No intenté absolutamente nada por el resto de la noche.

A media mañana del día siguiente, estaba yo concentrado en el trabajo cuando recibí otro mensaje en él se adjuntaba una foto que sólo mostraba la boca insinuantemente entreabierta de Elena.

- "¿ Tienes tiempo para vernos, guapo ?"
- "Para ti, siempre ¿quieres tomar un café o algo más?" Retomé las insinuaciones de la noche anterior
- "Prefiero algo más", respondió con una imagen en primer plano de su pezón.

Completamente excitado, salí al balcón de la oficina y le llamé directamente para quedar en juntarnos en el interior de una tienda de la ciudad. Si nos veían, ambos tendríamos una excusa sencilla para salvar la situación.

Cerca del mediodía nos encontramos en la tienda de departamentos y con mi auto le llevé a un motel discreto dentro de la ciudad, pero de muy buen nivel.

Discretamente y con el fin de que no le vieran, le di la llave para que se adelantara mientras terminaba de llenar el libro y pagar la habitación. Prefería pagar el día completo para no tener que pensar en el fin del turno ni estar pendiente del reloj.

Cuando subí, la puerta estaba entreabierta y Elena sentada sobre la cama. Me acerqué permaneciendo de pie a su lado.

Observaba su voluptuoso cuerpo detenidamente. Tenía una falda violeta que le ajustaba marcando sus caderas. Sus hermosas piernas se veían torneadas y deliciosas. Estaban calzadas en unas medias negras. La falda corta, terminaba un poco por encima de las rodillas. Sus pies vestían unos zapatos negros de tacos que delineados con un par de cintillas que permitían apreciar la delicada forma de sus pies.  Tenía una blusa multicolor exquisita, que dejaba insinuar la curva de sus pechos. Se ajustaba a su cintura gracias a un pañuelo anudado hacia su izquierda. La melena pelirroja lacia corría a los costados de su rostro, dejando entrever un collar y unos aros con piedras rosadas.

El deseo casi me devora por completo ante su proximidad. Abrí el pantalón y corriendo hacia abajo el bóxer, dejé salir mi pene, colocándolo muy cerca de su cara. Al principio pareció algo sorprendida por mi gesto y se quedó mirándola con una expresión incrédula. Yo no tenía ganas de ser muy tierno. Todavía creo que no esperaba que yo reaccionara de esa manera. Quizá estaba acostumbrada a algo de dulzura previa, pero mi ánimo no estaba para preludios románticos. No por lo menos ese día ni en ese lugar. Noté algo de duda en su rostro, pero después de cierta vacilación, miró mi polla.

En esos momentos, yo contraía mis músculos perineales y con el movimiento oscilante de la polla hacia arriba y abajo, unas grandes gotas de líquido transparente asomaban en la cabezota. Estaba muy cerca de su cara.

Yo le acariciaba la cara con mi mano derecha, entrelazando sus cabellos entre mis dedos. Le pasé la polla por labios, dejando que el jugoso líquido que salía de ella, le empapara la piel rosada. Una mancha de labial quedó en el prepucio.

Cerró los ojos y comenzó a besarme el miembro para luego abrir un poco la boca, sacar la lengua y lamerme lentamente. Con sus manos bajó más mi ropa interior y sacando su lengua por completo, lamió mis testículos empapándolos de saliva mientras con su mano estrujaba mis bolas.

Yo sentía las piernas desfallecer, aflojando mis músculos. Después de unos momentos mágicos, Elena dejó de lamerme y poniéndose de pie junto a mí, me dio un profundo beso de lengua mientras levantaba su falda para acomodar mi pene entre sus piernas. Sentí en mi piel el contacto de su sexo a través de la fina tela de sus medias y pude notar cómo le mojaba.
Había mucha saliva mientras apretábamos nuestros cuerpos. Yo le tenía de la cintura. Mientras su lengua se movía en mi boca, sus manos me apretaban el culo.

Empezamos a jadear. Mientras me besaba, una de sus manos comenzó a masturbarme. Con el dedo medio y anular de mi mano derecha, busqué su sexo para estimular el clítoris. Después de un rato de estimulación, nos terminamos de desnudar. Elena es regordeta, pero tiene un cuerpo maravilloso. Actuó rápidamente.

Llevó mi mano derecha a su coño para que le metiera los dedos y le acariciara mientras mi cuerpo yacía boca arriba. Buscó mi pene con su boca para succionarlo y sacarlo mientras me pasaba la lengua por el prepucio, haciéndome gozar lentamente. En un momento de reacción, con sus dientes me apretó el glande como si quisiera morderme, pero reforzando con sus dientes la estimulación del glande. Con mis manos, tomé su cabeza y le hice tragar todo el largo de mi polla.

Elena tomó mis huevos entre sus manos y los movimientos de vaivén se hicieron intensos y profundos. Las embestidas contra su boca provocaban toda clase de jadeos. Tomé una de sus piernas y la crucé a mi otro costado para completar un sesenta y nueve. Acomodé su vagina para que me la fregara por toda mi cara mientras con mi lengua y labios lamía su coño por completo. Con la punta de la lengua me detenía en su clítoris, apretándolo fuertemente y seguía el trono del mismo en toda su extensión.

Sus líquidos vaginales me corrían por la boca y me apresuraba a tragarlos para notar el sabor dulzón de ese líquido espeso y caliente que tanto me agrada saborear. En medio del movimiento un pequeño tapón de mucus salió por su agujero y me apresuré a tragarlo con deleite.

Continué con la estimulación por un rato mientras Elena me empapaba toda la cara con su coño. Sentí como su cuerpo se estremeció durante un orgasmo y una catarata de líquido vaginal me llenó la boca por completo. Con deleite tragué el líquido que venía de su interior. No quería detenerme porque quería gozar de su cuerpo lo más posible. Retuve la leche que pugnaba por salir de mi polla para seguir un rato más.

Elena se relajó por un momento y se recostó boca arriba. Su cuerpo transpiraba copiosamente y el suave olor del sudor llegó hasta mí inundándome por completo los pulmones. Una punzada de deseo impulsó mi erección nuevamente. Me recliné sobre su cuerpo y sin ningún tapujo lamí las gotas de sudor que empapaban sus pechos. El sabor salado del sudor de esa hembra me provocó un aumento de la erección. Mi lengua siguió recorriendo su tórax y terminé llenando de saliva todo su cuello. Cuando llegué a su boca estaba abierta de par en par, esperándome. Mientras le besaba, abrí sus piernas y acomodé mi cuerpo enfrentando mi pene a su vagina.

Tomé mi polla con mi mano derecha y guié el glande hasta la entrada de la vagina, Inserté la cabeza y con mi mano presionaba arriba y abajo mientras entraba y salía. Elena se estremecía con cada penetración y podía sentir cómo contraía su periné cuando iniciaba la penetración para sentir más intensamente mis embestidas. Cuando entraba, mi mano presionaba al pene hacia arriba, para buscar su punto g y así hacerle más satisfactoria la tremenda fornicación que llevábamos adelante.

Su cuerpo se puso de costado y nos pusimos en forma de tijeras. Le embestía salvajemente hasta el fondo de mi tronco. Podía sentir en su interior el extremo de la vagina al embestirla una y otra vez. Ella estaba de costado mirando a mi derecha. Una de mis piernas estaba en su espalda, la otra presionaba su abdomen. Mi mano derecha acariciaba la aterciopelada piel de su barriga mientras la izquierda se metía por la raja de su culo buscando estimular el ano, que se relajaba cuando mi dedo medio llegaba a él. Saqué mi mano bruscamente y mojé con saliva el dedo para penetrarle con él por completo.

Elena se retorcía de placer con mi polla penetrando su vagina por completo y con el dedo medio de mi mano izquierda en su culo, que había introducido en toda la extensión. Gemíamos al unísono al ritmo de nuestros movimientos. Ambos nos movíamos en esa danza febril de placer extremo que estábamos experimentando. Los dos teníamos necesidades insatisfechas desde hacía tiempo y ahora dábamos rienda suelta a nuestros deseos contenidos.
Después de un largo batallar por contenerme, finalmente Elena se vino por segunda vez mientras me estrujaba el brazo derecho y gritaba con una mezcla de placer y dolor. Un borbotón de semen fue derramado en su vagina. Tanto era el morbo del encuentro que no le había preguntado si quería follar con condón ni ella me había dicho nada. No me importó. De cierto modo, en esa follada el amor que le tenía se vio multiplicado por el placer de sentirla llena de mi leche. Después de varios estremecimientos mutuos, prácticamente mi polla había sido ordeñada por las contracciones de su interior.

Retiré la polla con un movimiento brusco. Puse su cuerpo en cuatro y abriendo sus nalgas comencé a chuparle el culo. Elena contraía y relajaba el agujero. Lejos de relajarme, tanta era mi calentura que mi erección continuaba y después de un par de minutos ya estaba listo otra vez. Acomodé mi cuerpo para penetrarle y le pregunté:

- "Voy a darte otra vez. ¿Por dónde lo quieres? ¿Por la vagina o por el culo?"
- "¡Dame por el culo!" Respondió con un suspiro.

La verdad es que mi esposa jamás pudo calentarme como Elena lo hizo esa y otras muchas noches más. Después de haberle visto y chupado el ano, me había dado cuenta que ella nunca había sido desvirgada por atrás. Mi polla es muy cabezona y tenía miedo de hacerle daño, así es que asomaba apenas la cabeza en su agujero en un movimiento de vaivén. Eso terminó de impacientarla. Mi hembra quería mi pene dentro de su culo lo más rápidamente posible. Con una de sus manos, que estaba llena de saliva, tomó la cabeza y la ensalivó por completo. Le abrí las nalgas lo más que pude y ella misma guió mi polla a su agujero, relajándolo y abriéndolo todo lo posible. Introdujo mi glande dentro de él y dijo:

- "¡ Métela de una vez!"

Le embestí brutalmente mientras se quejaba de dolor. Después de apenas un instante gritó:

- "Siiii ¡dale!"

Y sin mediar palabra empecé el bombeo intenso. Había sido una embestida brutal. Tenía toda la polla en su interior y movía mi cadera en varias direcciones. El glande y el prepucio sentían la piel suave de su culo, estimulándome continuamente. Con cada embestida contraía el ano. Tomó mi mano derecha y llevó dos dedos a su coño. Elena quería una doble penetración. Le metí toda la extensión de esos dos dedos en su vagina, mientras los movía de un lado al otro y al mismo tiempo entraban y salían de su coño.

Continuamos con los movimientos por varios minutos. Yo tenía que contenerme porque estaba hirviendo de deseos. Estaba empezando a cansarme, pero así y todo, la erección era completa. Había crecido tanto el tamaño de mi polla, que a cabeza empezaba a dolerme un poco con tanta estimulación. Esa mezcla de dolor y placer que sientes en los momentos de más intensidad.

Cuando sentí que Elena se vino por tercera vez, Dejé correr la leche dentro de su culo. Por su reacción, ella sintió el chorro caliente en su interior. Mientras gemía como una poseída, tomo hacia atrás mis caderas y me atrajo para que le penetrara por completo en el culo. Para estar recién desvirgada, su ano tenía una elasticidad formidable en ese momento. Todavía sigo gozando de ese culo.

Al retirar el pene, me dejé caer boca arriba en la cama. Elena se acercó hacia mi cara y comenzó a lamerme cual si una perra fuera. A decir verdad fue una follada muy animal.
Después de mirar el reloj, me di cuenta que aún teníamos tiempo de ir a almorzar.
Eran las 12:49.

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