miércoles, 7 de noviembre de 2012

La conferencia
















La conferencia

Estamos en la habitación de mi hotel. Nos encontramos previamente en el salón de conferencias, en donde acabo de dictar uno de mis seminarios.

Al llegar al edificio, ingresaste al salón como una oyente más. Nunca me advertiste que asistirías para encontrarte conmigo. Siempre nuestro acuerdo mutuo fue el no exigirnos nada el uno al otro… y lo hemos cumplido.

Tu llegada no fue otra cosa que la respuesta a tu propio deseo de encontrarte conmigo, de concretar este amor que se fue entretejiendo como una telaraña que terminó por incluírnos, por atraernos a través del juego de la seducción. En algún punto ya sabías que este día llegaría, pero en realidad, lo que deseabas es que no fuera exigido o forzado, sino que proviniera de tu propia decisión.

Hace ya un buen tiempo que nos conocemos. Quedan muchas cosas que debemos conocer el uno de otro, pero… en realidad… nadie termina de conocer a otra persona por competo nunca. Piensas que en esta realidad que nos convoca ya hemos llegado al nivel que ahora quieres atravesar.

Es verano y hace calor, pero el salón de conferencias está reconfortablemente fresco. Presenciaste con paciencia toda la conferencia técnica que dicté tan sólo para ver cuál era mi reacción al verte en la primera fila. Con una malévola perversidad querías que yo quedara conmovido por tu presencia. Lo lograste… aunque en realidad siempre me conmueves, Luisa. No hay forma de evitar que reaccione así. Tú haces estremecer mi mundo, cariño.

Hoy vistes de una manera muy seductora, vida mía.

Te has puesto tacones y tus largas piernas están desnudas, mostrando toda la perfección de esa piel suave que por tanto tiempo he querido recorrer con mis dedos y saborear con mis labios. No tienes medias puestas y al verte, una ola de excitación sexual me ha recorrido el cuerpo y ha comenzado a endurecer mi pene.

No he podido evitar que los latidos acelerados de mi corazón empiecen a mostrarme que anhelo visceralmente
acercarme a ti, pero no queda más remedio que concluir la conferencia para finalmente poder habar contigo y saber qué deseas.

Vistes una falda corta que recorre la figura de tus caderas y deja insinuar tus magníficos y suaves muslos. Mientras dictaba la clase, no pude evitar ver que algunos de los hombres presentes volteaban disimuladamente para verlas y por un breve instante no pude evitar sentir una ola de satisfacción que me decía que esa magnífica hembra del auditorio había concurrido allí sólo para verme.

Tienes una blusa que deja ver tus largos brazos. Llevas el pelo recogido. Cuando te miro entre el auditorio me sonríes levemente curvando tus hermosos labios. Cuando te percatas que observo tus hermosas piernas, las mueves frotándolas lentamente para excitarme. En un par de veces, abres apenas tus muslos como para que vea en medio de mi turbación apenas una vista insinuada de tu sexo. No alcanzo a distinguir si tienes o no ropa interior.

Al terminar la conferencia, nos hablamos. Subirás a mi habitación. Mi corazón late intensamente al saber que tendremos sexo. Mi anhelo se mezcla con algo de turbación por la decidida manera en que llegaste y el modo franco y directo de acercarte a mí para decirme que me quieres como amante en esta noche. No puedo dejar de sentirme nervioso como un crío. Te amo tanto y de modos tan diversos que este encuentro es lo más importante que me ha sucedido en mi vida en muchos años. Y está lo otro… el otro tema. Dejaste bien en claro que no puedes soportar una penetración vaginal porque una cicatriz interna te impide gozar del sexo penetrado. No sé mucho más que eso y aprovecharé después para preguntarte pero ahora lo único que sé es que haremos el amor pero no ingresaré a tu vagina.

Eso no es problema para mí. Puedo gozar de muchas maneras con el cuerpo de una mujer, incluso sin eyaculación si fuera necesario… así es que no me preocupa el sexo. Me inquieta que pueda yo llenar tus expectativas. Entre tu esposo y tu amante, la parte primitiva de mi mente no deja de señalarme que interiormente me compararás en algún momento, como yo lo hago con mis mujeres. Pero hoy es diferente. Tú no eres cualquier mujer. Eres mi Luisa. Estoy realmente enamorado de ti.

Eres enigmática y huidiza en mis pensamientos. Sé lo que tú eres para mí, eso está claro… pero no sé aún qué significo yo para ti. Eso es lo que me inquieta.

De todos modos ya me he decidido hace tiempo a jugar el juego con tus reglas. Sea lo que sea que yo opine… hoy carece de importancia.

Después de esta charla, tengo un par de días libres en Málaga. Quizá pueda convencerte de que pases esos días conmigo en el hotel. Veré más tarde porque en realidad no sé cómo has hecho para llegar aquí ni cómo te has organizado. Pero sería magnífico tenerte conmigo un par de días.

Estoy casi eufórico de verte. Tuve que deshacerme de mi socio para poder cenar contigo a solas en el comedor del hotel. Después de una cena frugal, un buen vino y el postre… subiste a mi habitación.

Ahora estás sobre la cama, mostrándome todo el esplendor de tus piernas. Te apoyas como una gatita en cuatro patas y al reclinarte, las formas más hermosas de tus muslos me llegan en un magnífico esplendor.
Recostados en la cama, te beso largamente en tu boca. Mis labios muerden apenas los tuyos para sentir el calor de tu piel dentro de mi boca. Acompañas el beso con una caricia de tus manos sobre mis mejillas. Recorres lentamente mi rostro.

Siento finamente el olor de tu cuerpo que por tanto tiempo imaginé y tomo tu cabeza por detrás, acariciando tus cabellos, tu oreja y los aros que te adornan.

Te desvisto lentamente… Al quitarte todas tus ropas, dejo al último la ropa interior.

Quiero disfrutar con lujuria este delicioso preludio que es desvestirte. Deslizo por tus hombros las cintas de tus corpiños.

Tirando suavemente, deslizo las copas un poco hacia abajo para permitir que tus pezones se vean. Eres una magnífica hembra, Luisa mía…

Deslizo la tanga un poco hacia abajo, pero no la saco por completo. En el hueco que forma tu entrepierna y la tanga a medio camino, deslizo mi pene para que te acaricie en tu sexo. Hago esto mientras te beso largamente y tu lengua se desliza por mi boca. Mi polla te moja porque ya le sale fluido… cuando la deslizo hacia delante y atrás,
presiono sobre tu sexo y al mismo tiempo siento cómo cierras tus muslos con fuerza para sentirme más plenamente. Tu abdomen se junta con el mío y sentimos el mutuo respirar de nuestros cuerpos. Tomas mis nalgas fuertemente para ayudarme en los movimientos que deslizan mi polla en tu raja. Yo te tomo por las caderas para atraerte hacia mí. El líquido seminal de mi picha se mezcla con tus jugos y terminan de mojarte toda la entrepierna y manchan tu ropa interior con un liquido viscoso.

Seguimos ese ritmo suave de amor por un largo rato… Después de eso te desnudo por completo, amor mío.

Ahora sin ropas, te recuestas sobre la cama y me acerco a ti. Comenzamos a masturbarnos mutuamente. Los dedos de mi mano izquierda recorren tu sexo deteniéndose en tu clítoris. Lo siento grande y turgente. Presiono sobre él fuertemente mientras deslizo los dedos y puedo sentir tu reacción sobre todo cuando llego al capuchón de su extremo. Está tan agrandado que puedo sentir cómo hacia abajo se abre siguiendo la línea de tus labios.

Siento una gran satisfacción al masturbarte mientras acaricias mi polla. Tus dedos suaves presionan al miembro y se deslizan por la cabeza
estimulando los bordes del glande. Esa es la zona más sensible de mi pene. Me gusta que me acaricies allí con tus dedos. Tu mano se desliza suavemente por que mi miembro está muy mojado por los flujos.

Te recuesto de tal modo que tus piernas queden cerca del borde.

Abro tus muslos para llegar con mi boca a tu sexo. Paso mi lengua por el interior de tu vulva.

Absorbo tus flujos, huelo tu humedad, deslizo mi cara para mojarme completamente de ti.

Puedo sentir cómo disfrutas de este momento por la forma en
que mueves tus caderas para que te estimule mejor. Adoro la sensación de sentirte caliente en mi boca. Con tus manos, me tomas de la cabeza guiándome en esa exploración profunda que hago hoy de ti. Podría hacerte el amor toda la noche con mi boca, Luisa mía.

Luego de un tiempo, te acomodas en la cama dejando tu cabeza y tu cara lista para recibirme. Con tus manos, guías a mi cuerpo para que penetre tu boca con mi miembro.

Deslizo mi cadera suavemente para evitar hacerte daño. Tus labios, tus dientes y tu lengua se sienten calientes. Puedo sentir el deslizar de tu lengua sobre mi polla. Estimulas con tus dientes el borde de mi cabezona polla. Sabes hacerme muy bien el sexo oral. Mientras penetro tu boca, puedo sentir como el liquido seminal llega a tu boca. Mientras tanto, con mis manos continúo masturbándote para que sigas sintiendo placer con mi cuerpo.

Es ahora un momento mágico mi amor, que podría prolongar por siempre. Me estas dando mucho placer, amor mío. Ojala sientas lo mismo que yo siento ahora.
Finalmente nos preparamos para terminar, amor mío…

Te llevo a un sillón cercano, me siento sobre él y tu lo haces de espaldas hacia mí, subiendo tus pies al sillón para ayudarte en los movimientos…

Mi pene erecto se desliza por tu raja. Con tus manos lo presionas contra tu sexo fuertemente. Siento que casi lo estrujas y eso me estimula todavía más porque la sensación es muy agradable. Presionas el glande de tal modo que parece un consolador humano.

Nos movemos mutuamente para estimularnos por un largo rato. Cuando decides acabar, aumentas los movimientos mientras te acompaño.

Cuando te estremeces de placer te mueves fuertemente contra mi polla y me doy cuenta que has acabado. Eyaculo derramando todo mi semen que se pega a tus labios, tu interior y a tu clítoris para terminar untándose en tus manos.


No hay comentarios:

Publicar un comentario