jueves, 29 de noviembre de 2012

Cumpleaños



















Cumpleaños

Ayer fui a visitar a Eliana por su cumpleaños. Es una de mis más antiguas amigas. Tanto es así que le conozco desde los días del bachillerato. Cumplió cuarenta y dos.

Cuando hay un cumpleaños, casi nunca hay una invitación formal, porque con mis amigas, tenemos la tradición de juntarnos espontáneamente.  Era viernes, y como en otras ocasiones, no había nada planeado de antemano.

Mi marido iba a llegar tarde, porque tenía una cena de gala con sus colegas médicos. Asi es que aproveché para terminar mi jornada de trabajo y después de un baño refrescante, me vestí con un vestido sencillo. Llamé un taxi y después de unos minutos de espera, fui a la casa de Eliana.

Ya era de noche y para cuando yo cuando llegué, había otras cinco o seis chicas más. También estaba Daniel, el esposo de Eliana. Tiene unos ojos verdes muy lindos. Yo diría que es un tío muy atento. O por lo menos, conmigo lo es. Anoche parecía estar algo cansado, porque se lo notaba incómodo por nuestra presencia, como si quisiera tirarse a descansar y no pudiera.

Así y todo, el marido de Eliana participaba de nuestras bromas.

Después de un par de horas, el clima de la reunión no parecía decaer, pero yo me moría de cansancio, así es que para despejarme un poco, salí al jardín de la casa, que es absolutamente fantástico.

Caminé un par de metros por el césped y divisé a Daniel reclinado en un sillón, algo adormilado. Me acerqué para iniciar una charla y pude notar que me recibía con una sonrisa amplia. Creo que siempre me ha gustado y me consta que le resulto atractiva.

Nos pusimos a charlar animadamente. Las luces apagadas del jardín no impedían que pudiera ver cómo sus ojos iban buscando los detalles de mi cuerpo.

Notaba su mirada lujuriosa. Casi podía adivinar los pensamientos sucios que se escondían detrás. Me gustó esa sensación de deseo que sentía cada vez que veía como me miraba los pechos.

Cada tanto veía cómo sus ojos se deslizaban por mi vientre para concentrarse en mi entrepierna. Coun un placer morboso, yo aprovechaba para mover las piernas y dejar que notara cómo mis muslos se deslizaban suavemente.

Para cuando terminó la noche, le pregunté a Eliana si podía prestarme a su esposo para que me llevara a mi casa en una escapada. Sin sospechar nada, le pidió a Daniel que me llevara, y en un santiamén, estabamos montados en el cohe rumbo a mi casa.

Mi marido iba a llegar tarde, así que le pedí a Daniel que entrara un rato a mi casa. Aceptó de buena gana.

Estaba preparando un café cuando noté que se acercó por detrás.

Sentí la presión de su cuerpo en mi espalda. El jadeo profundo de su respiración chocaba en mi nuca. Con su cara movía mi cabello, buscando besarme en el cuello. Una mano abierta se deslizó por mi vientre mientras me apretaba el cuerpo y sentía su polla presionando mi culo.

Me subió la falda y deslizando mis bragas hacia bajo, sus dedos se metieron resbalando por los labios de mi vagina, que estaba húmeda y viscosa. Yo estaba lubricada y deseosa de que siguiera con sus caricias.

Uno de sus dedos entró deslizándose suavemente. Moviéndolo de a poco, fue dilatádome hasta meter otro dedo. Abrí las piernas y me incliné hacia adelante para dejar el culo en pompa.

Mientras movía sus dedos dentro de mi coño, moví mis manos hacia atrás para abrirle el pantalón y acariciarle la polla erecta. Era gruesa, con una cabeza bien grande. Yo estaba muy lubricadita, chorreando los dedos de Daniel.

Sacó su mano y sentí como su polla se preparaba para penetrarme. Que placer. Sentir la polla presionando mi vagina para entrar.  Contraje los músculos para resistirme un poco y con un movimiento brusco, metió la cabeza dentro de mi cuerpo. Sentí un pequeño dolor por la dilatación pero se diluyó rápidamente por el placer de sentir el glande dentro mío.

Uno de sus dedos se deslizó por mi ano mientras sus movimientos se hacía más duros e intensos. Su dedo me acariciaba por dentro del culo mientras el pene me invadía por dentro una y otra vez. Yo estaba casi soñando de placer mientras me sentía invadida por el ano y el coño.

Daniel se movía rítmicamente mientras sus gemidos se confundían con los míos. Sus movimientos se hicieron más fuertes y acelerados mientras su cara se apoyaba en mi cuello y me mordía con gruñidos de placer.

Me embestía una y otra vez con un ritmo acelerado mientras sentía su pene dentro de mí con los ojos cerrados mientras me enceguecía de placer. Con cada embestida la mezcla de dolor y placer se hace cada más intensa mientras me corro.

Daniel me embiste nuevamente y cuando me llega la oleada de placer que recorre mi piel, mi vientre y mi cerebro, empuja fuertemente dentro de mí y puedo sentir el calor de su leche que me recorre por dentro.

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